sábado, 19 de enero de 2008

LABERINTO AUTONÓMICO

España es desde 1978 un país compuesto por 17 comunidades autónomas que funcionan como un conjunto de mini-estados. Si bien la Constitución establece esta división como algo meramente administrativo, el devenir de los acontecimientos políticos ha conformado un Estado federal sui generis creado a base de concesiones a las autonomías con influencia nacionalista que más tarde, se han ido generalizando al resto de regiones españolas. Todo ello, sin un plan concreto y poniendo en jaque la misma Carta Magna.
El Estado de las Autonomías tuvo como esencial función propiciar que determinados territorios con “hechos diferenciales” tuvieran un mejor encaje y pudieran desarrollarlos en la normalidad de una Nación. Para evitar el agravio comparativo y desvirtuar el movimiento regionalista del País Vasco y Cataluña, se extendió la autonomía a todos los entes que así lo deseasen. El resultado fue la creación de 17 “autonomías” con sus poderes políticos y su burocracia administrativa, fundamentados en sus distintos y en muchos casos muy discutibles “hechos diferenciales”, manifestados en la existencia real o forzada de lenguas propias, etnias diferenciadas, banderas, himnos, costumbres y hasta gastronomías peculiares.

No son pocas las voces, nacionales y extranjeras, que han denunciado el grave perjuicio que ha supuesto la implantación de las autonomías. Diecisiete sistemas sanitarios diferentes, diecisiete sistemas educativos contradictorios y todo casi por igual de malos, 17 normativas fiscales, 17 regulaciones de las profesiones liberales, peleas entre territorios por que el “agua es mía”, disputas por ver quien no acude a apagar los incendios y, a un paso estamos, diecisiete fiscalidades, diecisiete justicias. Pero eso sí, algo unificador: 2 millones de funcionarios para 45 millones de españoles.

Las autonomías no han vertebrado la Nación española. La están desvertebrando cada día más, y no sólo por los casos de evidente ruptura que pretenden los nacionalistas radicales y no tan radicales, sino por el disparate que alcanza a todos; da igual que se trate de agua, fuego, sanidad o hasta de geografía.

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